Frívolo, puede ser; memorioso, también

En uno de sus primeros entrenamientos con el Sporting de Lisboa, a Cristiano Ronaldo, que quería demostrar que era bueno de entrada, un veterano jugador le pidió que se tranquilizara, que estaba demasiado acelerado. El contestó: "A ver si me dices eso cuando sea el mejor del mundo". Tenía 17 años. El pibe llegó a ser el mejor futbolista del planeta -semana a semana se disputa ese puesto con Lionel Messi-. También es canchero, frívolo, soberbio, maneja autos de lujo, vive en mansiones con ocho baños, sale de fiesta con Paris Hilton y tiene aires de celebrity hollywoodense. Pero al tipo hay que reconocerle algo: no se olvida de sus orígenes.
En el partido que Real Madrid le ganó 6-2 a Villarreal convirtió un gol y tuvo una actuación monumental. Casi no festejó, sólo se levantó la camiseta y mostró una remera blanca con una inscripción escrita con un marcador. Decía "Madeira". Madeira es una isla de Portugal -declarada reserva natural por la Unesco- en la que viven cerca de 250.000 personal y uno de los destinos turísticos tradicionales de Europa. También es la isla donde nació Cristiano hace 25 años. Madeira está convulsionada. Y no porque su ciudadano más ilustre juegue al fútbol como los dioses. La isla, por estos días, sufre una de sus peores catástrofes que se recuerden. Un temporal arrasó con todo: la postal ya no es la de siempre. Las calles se convirtieron en ríos de barro y las tradicionales casitas de dos pisos enclavadas en las laderas fueron arrancadas de cuajo: 42 personas -y en aumento- murieron y más de 150 resultaron heridas. Y Cristiano se acordó de ellos.

El crack que se quedó sin techo

“Tuve 14 amonestaciones esta temporada: ocho de ellas fueron mi culpa, pero siete pueden ser discutidas”. Esa frase, que demuestra que su autor no es muy hábil para las matemáticas, bien podría sonar ridícula en cualquier mortal, pero en Paul Gascoigne, uno de los mejores futbolistas ingleses de todos los tiempos y un personaje inigualable, resultó simpática. Por estos días, el rubio jugador es noticia –una vez más-, pero no por su mala relación con los números: no tiene un techo donde cobijarse. A los 42 años lo perdió todo -22 millones de dólares era su fortuna-. El alcohol y los excesos, las causas.

El diario sensacionalista Daily Star entrevistó a Gordon Taylor, presidente de la Asociación de Futbolistas Profesionales de Inglaterra, quien reveló que el ex jugador le pidió ayuda. “Creo que hay jugadores a los que se ha tratado como vacas que dan dinero, en especial Paul Gascoigne, que tuvo que recurrir a nosotros para que le proveyéramos de un techo sobre su cabeza”, dijo.

La vida de Paul John Gascoigne, Gazza, siempre estuvo marcada por el escándalo. Genio adentro de la cancha, donde era capaz de dibujar con sus pies una jugada digna de ser admirada como una obra de arte, afuera de ella fue portada de los diarios, la mayoría de las veces, por su alcoholismo, sus excesos y sus escándalos. Si había algo con lo que Gascoigne se sentía feliz, era con la pelota. Sin ella, su vida se convirtió en un infierno. “Llegué a tomar cuatro botellas de whisky por día”, reconoció en marzo del año pasado en una entrevista a la televisión inglesa. También aseguraba que llevaba cuatro meses sin probar una gota de alcohol. “Creo que, lentamente, estoy ganando la batalla. Hay mucha gente a la que no puedo decepcionar”. Perdió.

Desde las inferiores del Newcastle se destacó pronto por su juego, y por su personalidad. Y confirma lo que es casi obvio: un personaje como él es dueño de historias que, muchas veces, resultan difíciles de creer. Con Gazza se puede caer en el lugar común y decir que tuvo –y tiene- una vida de película.

En Inglaterra existe la costumbre que los juveniles les limpien los botines a los jugadores de Primera y a Gascoigne le tocó los del legendario Kevin Keegan. Perdió los botines camino a su casa y no tuvo más remedio que admitirlo frente al experimentado jugador. “No importa, no me gustaban”, recibió como respuesta cuando esperaba un reto.

Como jugador no logró identificarse a pleno con un club –jugó en Newcastle, Tottenham, Lazio, Glasgow Rangers, Middlesbrough, Everton, Burnley, Gansu Tianma y Boston United–, pero fue ídolo nacional, pese a que sólo disputó con su selección el Mundial ’90 y la Eurocopa ‘96. En Italia el mundo vio su llanto de niño después de recibir, en las semifinales ante Alemania, su segunda tarjeta amarilla en la competición, que significaba no poder estar en una hipotética final –Inglaterra perdió por penales-.

En una charla técnica en el Tottenham reemplazó las diapositivas que iba a mostrar el técnico, Terry Venables, por imágenes pornográficas.

Antes de ser transferido a la Lazio en 1992 por 5,5 millones de libras, récord para la época, ya era la cara de dos videojuegos: Gazza's Superstar Soccer y Gazza II. Su paso por el Calcio es recordado por sus kilos de más y los problemas en los bares, pero en Escocia volvió a sentirse pleno: con el Rangers ganó dos ligas locales y una Copa de Liga y fue nombrado mejor jugador. Igual hizo de las suyas. La rivalidad entre Glasgow Rangers y Celtic radica en las diferencias religiosas. Los primeros son protestantes y los segundos, católicos. Bueno, en un clásico contra Celtic festejó un gol haciendo que tocaba una flauta, como lo hacía la anticatólica Orden de Orange. Fue amenazado de muerte.

Fanático de Iron Maiden, acompañó en una gira por Hungría al grupo de heavy metal, al que dejó sin reacción por sus desbordes. “Sólo pensaba en beber. Es trágico”, relató Adam Smith, guitarrista de la banda. Lo echaron y estuvo una semana desaparecido. Del que no es admirador es del grupo Oasis. Tuvo una bizzarra pelea con Liam Gallager: Gascoigne le tiró una copa de vino al cantante, que respondió vaciándole un matafuego en la cara.

Más: robó un colectivo de una concentración y lo chocó contra una columna. Se fue a un pub apenas terminado un partido, sin cambiarse. Le pidió a un obrero un taladro mecánico y se puso a romper la calle. Eructó al aire cuando le preguntaron por el juego de la Lazio. Se puso extensiones rubias. Le hizo cosquillas a un árbitro mientras éste amonestaba a un jugador. Se le cayeron los pantalones en plena calle mientras pedía limosna.

En 2008 intentó suicidarse en Portugal con una sobredosis de drogas y alcohol. Se había fugado del instituto psiquiátrico donde estaba internado. “Déjenme morir en paz”, les dijo a su ex mujer Sheryl y a su hija, Bianca. Tras ese episodio, su hijo menor Reagan, de 12 años, fue lapidario: “Mi padre tiene una última oportunidad de salvarse, pero si no lo consigue, no lloraré. No malgastaré mis lágrimas en él”.

El destino –y él mismo– parece encaprichado en algo: que su final no sea feliz.

Preso de mis palabras


Venía con la intención de escribir sobre otro tema y tuve que cambiar en el acto, así que el post sobre mi alarmante falta de creatividad y de iniciativa para escribir en este espacio quedará para otro momento. Porque mientras leía el post de las cosas que odio (No es que sea D'Elia) me di cuenta que quedé, como dice el título, preso de mis palabras. ¿Por qué? Porque en aquella ocasión decía: "Odio los teléfonos Motorola. Odio a todos los teléfonos que no sean Nokia". Bueno, desde hace seis días soy propietario del Motorola Milestone. Ouch. El teléfono lo tiene todo y es muy bueno, mejor que mi querido Nokia N95.
En fin, la cuestión no es comparar los aparatos sino pensar en cómo uno a veces cambia su manera de pensar o de ver las cosas. Recuerdo, por ejemplo, que cuando era chico decía que el queso era lo más asqueroso del mundo. Hoy soy fanático de todos los quesos y ocupan un lugar muy importante en mi dieta. O cuando, hasta no hace mucho, discutía con mis amigos que Debora Bello no era linda. Hoy me parece una de las mujeres más bellas de la Argentina (después de la Gordita, claro). También renegué, alguna vez, de las zapatillas Converse. Hoy me compro dos o tres pares por año. Supe decir que si me empezaba a quedar pelado me iba a implantar pendejos (no demos vueltas, son pendejos). Hoy acepto que se me está cayendo el pelo y punto, sin ideas raras, a lo sumo compraré algún shampoo especial. Fui fanático del fútbol y de River, por el que lloré. Hoy ninguno de las dos me parece tan importante. Generalicé que todas las mujeres eran pésimas al volante. Hoy reconozco que muchas manejan mejor que muchos hombres. En épocas de crisis dije que lo mejor era quedarse en el país y que no me iría. Hoy pienso que la mejor opción es rajarse. Traté de poco pensantes a lo que se unieron al fervor de Facebook. Hoy pertenezco a la red social, aunque la use poco y nada. Lo más de lo más: denosté hasta el hartazgo a los que tenían blogs diciendo que eran unos narcisistas de mierda, que se querían hacer los cool, que esto, que lo otro y resulta que hoy también tengo uno. Puf.
Meta para el 2010: pensar un poco más antes de jetonear.

Terror en el subte

Estación de subte Río de Janeiro de la línea A, martes, 20.28. Ya pasó el fragor de la jornada laboral y el horario pico. Nadie en los andenes, sólo están los boleteros, que creen que si miran el reloj con la fijación con la que lo hacen las agujas marcarán más rápido la hora de salida, y yo, que miro tan fijo el túnel con la ilusión de que el tren se aparezca delante de mí para llegar a tiempo al fútbol de los martes. Camino por la línea amarilla como quien juega a caminar por la cornisa. El viento corre por el túnel oscuro y llega acompañado de una presencia femenina. Poco menos de 30, su edad, supongo. Tapado negro por debajo de las rodillas; manos en los bolsillos; pelo castaño, largo hasta la cintura y ondulado; y unos ojos tan grandes y redondos que parecían a punto de explotar. Me doy cuenta enseguida que ya no estoy solo en el andén: somos tres. ¿Cómo? La joven habla, pero no sé con quién. Camina de un lado al otro. Se ríe y sigue hablando. Me mira y baja la cabeza. Sigue caminando. Vuelve a hablar. Es una charla fluida. Por un momento pienso que se dirige a mí, pero no. Ya no me gusta la situación. Y el tren que no llega. Intento alejarme, pero su voz me persigue. Empiezo a temer lo peor: hoy no llego al fútbol. Me va a apuñalar con el cuchillo que (sospecho) lleva en el bolsillo o me va a empujar a las vías cuando llegue el tren, pienso. Son las 20.33 y tengo la sensación que llevo toda una vida en ese lugar. A lo lejos veo una luz que se acerca. ¿Ya estaré muerto y en el famoso túnel del que tanto habló Víctor Sueiro (RIP)? No. Es el tren que vino para salvarme. Doy un paso atrás y espero que la chica con su acompañante suban. Yo también abordo, un vagón más atrás. Volví a vivir: hoy hay fútbol.
Puede ser lindo el subte sin la aglomeración de cada día, pero yo lo prefiero lleno y con gente que no hable sola. Descubrí que les temo.

No es que sea D'Elía, eh...

Estoy lejos de parecerme al piquetero y tampoco creo ser un hombre lleno de odio, pero: odio cuando alguien el subte o colectivo no se saca la mochila y te pega en la cara. Odio cuando la gente camina a dos por hora en la vereda y te cierran el paso. Odio a Cristina. Odio a Néstor. Odio a los colectiveros. Odio a los camioneros. Odio a Riquelme. Odio a Moyano. Odio cuando los boludos que fuman prenden un cigarrillo en la escalera mecánica del subte. Odio cuando llueve y me mojo. Odio hablar por teléfono. Odio cuando tengo acidez. Odio (por momentos) a uno de mis jefes. Odio a los políticos. Odio a los piqueteros. Odio a los floggers. Odio a los emos. Odio a todas las tribus urbanas. Odio el mondongo. Odio tener poca creatividad. Odio no poder escribir mejor. Odio a Perón. Odio a los peronistas. Odio tener que hacerme el macanudo con la gente. Odio a los pelotudos que escriben q´ en vez de "que". Odio a los que firman al final de un mail con su inicial. Odio engordar tan rápido. Odio el olor del coliflor cuando lo están hirviendo. Odio el coliflor ya hervido. Odio a la gente que hay que explicarle varias veces cosas por demás de sencillas. Odio cuando muchas veces tengo mal humor. Odio a los que le declaran el amor a su novia en su nick de Messenger. Odio a los viejos amargados de mi edificio que no te devuelven el saludo. Odio mi bajo sueldo. Odio a Maju Lozano. Odio el comunismo. Odio que me cambien las cosas de lugar. Odio a los motoqueros. Odio a los taxistas charlatanes que me hablan desde Capital a Luján sin parar. Odio a los que escuchan música por los altavoces del celular. Odio a los que se hacen los fanáticos de las Mac. Odio la letra que tengo cuando escribo. Odio a muchos de mis ex compañeros de secundaria. Odio los domingos. Odio a los que te dicen "Maestro", "Capo", "Fenómeno", "Amigo", etc. Odio la computadora pedorra que tengo en el diario. Odio que mi línea no tenga salida a celular porque la empresa es una rata. Odio no hablar bien inglés. Odio a la gente que no responde los mensajes de texto. Odio a los teléfonos Motorola. Odio a todos los teléfonos que no sean Nokia. Odio a los que hablan en el cine. Odio a los que hacen ruido en el cine cuando mastican algo crujiente. Odio cuando voy al supermercado, acomodo todo en el chango por categorías y la cajera me mezcla todo. Odio varias cosas más que, suguramente, más adelante publicaré.

Frase del día

Me gustan mucho las frases y las citas, así que para inaugurar esta nueva sección dejo una de las que más me gustan.

"El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido; para los valientes, la oportunidad".

Víctor Hugo (1802-1885). Novelista francés.

Caprichos


Parece que soy un tipo caprichoso. Siempre tuve la sospecha, pero lo terminé de comprobar ayer. Eso de "culo veo, culo quiero" (je veux tous les culs que je vois, en francés, para darle nivel al post) en mí pareciera encajar. Antes que nada, perdón si el blog es por ahora muy autorreferencial, es hasta que encuentre algo interesante para decir. Sigamos.

Hace un tiempo que quería tener un anotador Moleskine. En su momento (hace dos años, más o menos) no pude conseguirlo y, entre una cosa y otra, me olvidé de seguir buscando. Hace unos días leí en un blog sobre estos anotadores y me volvieron las ganas de tener uno. Lo conseguí cerca de casa, en una librería Distal (son los únicos que los importan en Argentina), a $79. Alguien lo puede considerar excesivo. Yo también, pero un capricho es un capricho.

Los que tienen uno, dicen que invitan a escribir: anotaciones, apuntes, ideas, proyectos, dibujos y cientos de etcéteras. Cuando llenás sus hojas y ya no queda más espacio, enseguida salís a comprarte otro, dicen. Su tapa dura, recubierta con una tela especial, su elástico para evitar que se abra y sus hojas amarillentas son sus características, que le dan un aspecto rústico y bohemio a la vez. Y en tiempos donde la tecnología nos rodea, volver a algo tan básico como el "papel y lápiz", es una buena opción. La Moleskine espero que se convierta en un elemento más en mi vida cotidiana. Tal vez funcione como complemento de este blog, veremos.

¿Pero qué tienen de especial? Se hicieron famosos porque su principal impulsor fue Bruce Chatwin, que las usó para sus viajes. A mí, con que se me ocurra una idea para hacer una nota para el domingo, mientras voy en el subte, me alcanza. También, dicen, en ellas plasmaron sus pensamientos e ideas Gertrude Stein, Ernest Hemingway, Pablo Picasso y Vincent Van Gogh. Pero hay alguien muy muy groso que también las usó: Indiana Jones. Y ahora me acuerdo que cuando volví a ver una de sus películas (hace dos años, más o menos) se me ocurrió tener una.

Simpleza

Mirador Bandurrias, San Martín de los Andes, habitado por una comunidad mapuche.
En pleno Siglo XXI no necesitan de la tecnología para saber que alguien llama a la puerta. Espectacular.

Como si hubiera sabido

Muchas veces, cuando alguien cuenta sobre su profesión o sobre lo que estudió, suele escucharse el "desde chiquito sabía que iba a ser...". Bueno, yo no. No sabía cuando era un purrete de 10 años que hoy sería periodista. Siempre tuve en claro -desde chico, obviamente- que iba a estudiar algo relacionado a la informática. Era lo que consumía: cursos (todavía tengo la colección de 50 diskettes del curso de IBM), revistas, libros, programas de televisión -hasta llegué a ir a una reunión con pibes de un foro-, etc. Hice un año de Ingeniería en Informática y seis meses de Analista de Sistemas, pero lejos de sentirme cómodo, largué. Me decidí, después del Mundial de 2002, por el periodismo.
Ayer, en mi casa, encontré este recorte que tenía guardado mi vieja: soy el que está dentro del círculo rojo (click sobre la foto para agrandar). Fue una visita al diario El Heraldo de Luján que hicimos los chicos de 5° grado que pertenecíamos al taller de periodismo de la escuela (también había otro de dibujo y de folklore). Teníamos un semanario, NotiMac, donde se publicaban las actividades de la escuela, notas a sus integrantes, informaciones varias y juegos hechos por nosotros mismos. Qué tarea desarrollaba específicamente, no recuerdo. Sí sé que ése fue mi primer contacto con el periodismo, con el que volví a encontrarme 10 años después cuando decidí que quería ser periodista.
Y no me arrepiento.

Cómo tener el mundo en tus manos

No se trata del slogan que hace algunos años lanzó Mastercard, antes que nada. Quién no soñó alguna vez con manejar los destinos del mundo o conquistarlo, como intentaban todas las noches Pinky y Cerebro. Bueno, uno lo puede hacer ahora, aunque se trate de un juego.
Me gustan los juguetes para nerds, lo admito. Mi novia me dice que soy un nerd moderno, aunque no sé si es tan así. Un nerd es alguien con un coeficiente intelectual superior a la media, creo que estoy lejos de eso. En tal caso seré un cuasi geek. Más adelante voy a explicar las diferencias entre estos dos calificativos.
En fin, el que quiera tener el mundo en sus manos lo puede hacer por 99 dólares. Se compra en ThinkGeek.

Me estoy quedando pelado...

Lo dice el título. Todavía no tengo una incipiente calvicie -como dice el lugar común-, pero desde un tiempo a esta parte noté cómo se me debilitó el pelo e incluso hasta se volvió más fino. Siempre dije que si me tocaba quedame pelado lo iba a aceptar, ¿Para qué ir en contra de la naturaleza? Pero uno cambia y sus pensamientos también. Ahora no sé si lo podría soportar. Por si fuera poco, a mi novia no le van los pelados.
Era inevitable que esto pasara en algún momento; a mi viejo, con 51 abriles sobre su cabellera le empezó a suceder hace un tiempo también. Yo, como se ve, estoy jodido: el proceso se me adelantó 25 años. Uno de mis abuelos era medio pelado; el otro, igual. Y mi tío, que tiene 40 y pico, le empezó a sacar brillo a su cabeza antes de los 30. Y siempre me dijeron que tenía los genes de mi familia materna, o sea, los que tiene mi tío. Puta, digo.
Mi viejo me recomendó unos aminoácidos, el producto se llama Cistimax. Me dijo que en dos meses se le fortaleció el pelo, aunque eso no detiene la caída. Todos sabemos que hay otros remedios que frenan la alopecia, pero aquí el problema, usan una droga llamada Minoxidil o Finasteride. Y acá se pone jodida la cosa. Breve reseña sobre las contraindicaciones de ambos: "La medicación puede causar dolor abdominal, disminución de la libido, disminución del volumen de eyaculación, diarrea, impotencia, dolor de cabeza, etc. Debe evitarse el contacto o ingestión en mujeres embarazadas, debido a que provoca cambios en los órganos sexuales de los fetos machos". Y el tratamiento, en algunos casos, es de por vida.
Aún no fui al dermatólogo, pronto lo voy a hacer. Y en cuanto diga la palabra Minoxidil o Finasteride, que mi novia se acostumbre a un novio pelado. Si al fin y al cabo, dicen, los pelados son sexys.

Vamos de nuevo...

Son las cuatro de la mañana. No puedo dormir y en menos de cinco horas tengo que estar levantado (asumiendo que me pude dormir después de escribir esto) para comenzar el día. Encima tengo a los vecinos de al lado de fiesta. Completo el asunto.
Pero lo importante acá no es la falta de sueño ni los vecinos, que me olvidé de aclarar que son rastafaris. El hecho es que me decidí a tener un blog, por segunda vez. Mi experiencia anterior -breve, por cierto- fue en el 2006, durante el Mundial de Alemania. No sé qué me pasó aquella vez, me agarró un ataque de inspiración, me creí escritor y el blog duró lo que un suspiro. Si alguien está intersado, sigue abierto. Es cofredehistorias. Qué nombre pelotudo. Es increíble cómo el paso de los años cambia la perspectiva de las cosas. En ese momento me pareció un nombre genial. El que elegí ahora, leemebien, es correcto. Corto, simple y fácil de recordar. En unos años -si logro tener consistencia en esto de ser blogger- no creo que tenga la misma visión. Por las dudas, también registré otro nombre, aquisecomentaque. No creo que lo use, se me ocurrió y listo. Si alguien lo quiere, está a la venta.
¿Por qué insisto con tener un blog? Ni idea. Hace tiempo que me da vueltas en la cabeza armar algo, pero no me pude definir. Creo que me terminé de decidir porque dos compañeros de trabajo, Ayelén (tequeriadecir) y Marcelito (elfutbolesunaexcusa), tienen sus blogs y acaban de crear otro sobre Gabriel Ziblat, redactor de política. Hay una verdad, yo estoy a años luz de tener su creatividad y su nivel literario. Si muero en el intento, no habrá lugar a reproches.
Sobre el contenido que de esta nueva versión, no lo sé. Vida cotidiana, deportes, tecnología y otras yerbas que me parezcan interesantes seguramente llenarán este espacio. Tal vez me ayude a ser mejor periodista. Tal vez sirva para exteriorizar ideas, sentimientos o sensaciones, cual diario íntimo -sonó muy gay eso-. Aunque tengo un problema, soy muy vergonzozo. En fin, el primer paso ya lo di, creé el blog e hice este post. Ahora es cuestión de encontrar algo que me inspire y dar el segundo.
Me voy. Los vecinos siguen de fiesta.